La fotografía análoga requiere tiempo, es más lenta, más precisa, muchas veces de mejor calidad y resultados más finos. Los que todavía disparamos cámaras con rollos muchas veces lo hacemos por todas esas razones y por el sentido romántico de tomar una foto y tener que esperar para ver el resultado, tener un álbum que hojear y pasarnos la foto final de mano en mano.
Pensándolo de esa manera, el parecido con la música análoga es demasiado obvio para ser ignorado: escuchar discos de vinilo también requiere de tiempo (quitarle el polvo, levantarte del sillón para darlo vuelta, etc.), el sonido también es de mejor calidad y aunque parezca algo del siglo pasado ese sentido clásico es parte de su encanto.
Ayer y hoy se desarrolló la «2ª Feria del Vinilo» en Artistas del Acero, Concepción, y aunque sólo pude ir por un rato hoy, no me arrepiento de mi amor por lo análogo. Un ‘pinchadiscos’ te recibía en la puerta y con esa música apuntada a la calle entrabas de inmediato a un ambiente diferente, a un túnel del tiempo que te invitaba a perderte. Después, un largo pasillo lleno de expositores y vendedores te seducía a abrir la billetera para llevarte a casa algún recuerdo de tu infancia o un nuevo descubrimiento. Más allá un escenario perfectamente iluminado con sombras presentaba música en vivo y prácticamente te dejaba conversar con los instrumentos.
Esta ciudad respira música; siempre ha sido así. Yo no soy músico así es que mi aporte fue este pequeño registro. Saqué unas cámaras y me puse a jugar al fotógrafo. Espero que este amor por lo análogo (música o fotografía) nunca me abandone.
Lobo.